lunes, febrero 7

ALBAÑILES.....Esos entrañables cabro...trabajadores..

Al regresar a mi casa comienza el deleite.
Procuro caminar despacito paseando por las calles más sombreadas de mi barrio, y así disfruto del aire fresco y el olor a algas mezclado con cazón y choco frito. Me gusta esa hora aún temprana de la tarde, en la que se comienza a preparar la comida o ya se piensa en ir haciéndolo; las mujeres corren a hacer sus últimas compras; los niños gritan a su madre para que les abra la puerta tras comprar el pan; los turitas comienzan a ocupar sus sitios bajo el sol para comer algo turístico; y ellos, mis amigos, están cada vez más nerviosos: pronto llegará la hora de la comida; muchos de ellos incluso acabarán su jornada laboral apenas una horita más tarde, es viernes.
Mis amigos campan a sus anchas en una ciudad que dominan, en unos andamios que les pertenecen y que lo ocupan todo. Su testosterona se expande en un espacio de varios metros a la redonda de una forma tan densa que hace tiempo que dejó de ser simplemente una hormona y se convirtió en algo compacto y pegajoso, gelatinoso..."el sello del macho".


Las tiernas chavalas, las mujeres casadas, con la pierna rota, quizás sin depilar, la mujer con curvas, sin curvas, la intelectual, la depresiva, la ansiosa, la sindicalista e incluso la seguidora de Pringal y el mundial; todas, sin distinción de raza, partido político, grupo sangüíneo o religión, son intensamente avasalladas por mis amigos. Ellos, fieles seguidores de la constitución, luchan por defender la igualdad en todos los sectores de la sociedad.


Por eso, alrededor de las 13 horas, comienza el deleite.
Camino despacio respirando hondo para soltar el aire lentamente al doblar la esquina. Allí están ellos, ya los percibí hace tiempo, "el sello del macho" es inconfundible y totalmente perceptible incluso varias calles antes de su nicho-cueva-agujero-madriguera.


Intento no mostrar nerviosismo, ellos ya lo saben: estoy en sus manos. Todos los libros leidos, las conversaciones tenidas, las ideas aprendidas, las propias conseguidas, el criterio trabajado con la edad, las noches de brindis, las brujas, las reivindicaciones, la cadera...el pecho...el culo...la cintura...


Antes, previsoramente, me enfundo mis gafas de sol para intentar (un intento algo inutil) pasar desapercibida. No quiero que me vean, no quiero que me juzguen.
"El sello del macho" pretende envolverme y yo me dejo, tal es mi función de hembra joven, hecha para ser vista, para ser degustada, dominada, vestida con colores frutales.
Miro hacia la derecha, hacia la izquierda, hacia el centro...siempre están, omnipresentes, me miran desde todos lados. Algunos disimulan, otros saben su poder: el poder del grupo + el poder del "sello del macho".
Sigo caminando con mi cadera rígida y el gesto aparente.
Lanzo la mirada arriba: Allí está. Allí está bajo el balcón. Exuberante, morena, sensual y sexual. Sus ojos salen más allá del papel, su cuerpo parece ondularse por el viento. El poster tiene vida propia.
Mis pies caminan solos hacia delante, voy llegando al final. Una última mirada hacia la diosa pegada en el balcón, en aquel balcón sin cristales, en esa casa en rehabilitación. Penhause, parece promocionar...La miro en la distancia. A su alrededor, lenguas babeantes demuestran su poder:: "el sello del macho" ha regurgitado...

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Really amazing! Useful information. All the best.
»

malatesta dijo...

¿De dónde saqué yo entonces que vivías en Madrid? Qué caraja ompare...