CHARLES BRONSON Y LEE MARVIN

Allí estaba él, transformado en un híbrido actoral a medio camino entre Charles Bronson y Lee Marvín, con su mirada aparentemente impasible. Esa mirada del que parece no estar atento a nada y, sin embargo, observa minucioso cada detalle de la escena, cada movimiento, registrando quien sabe qué datos y en qué extraño catálogo mental. Entonces, descubrí de pronto quién era, y al hacerlo él, que esperaba paciente a que yo recordase, se sonrió para sí y conservó esa sonrisa todo el resto del tiempo. Unas líneas de expresión seguían surcando sus comisuras, en lo único que había cambiado era en el color del pelo, que se había tornado completamente blanco. Ya dije que la edad lo transformó en un actor más elegante, y pasó de ser Charles Bronson y protagonizar películas de acción a mirar con la madurez de un Lee Marvin marinero. Y sí, el también me reconoció, por eso se sonrió y por eso me observaba escaneando.
Miró a mi hijo y yo, inocente, le ofrecí una sonrisa cómplice. Entonces volví a ser niña, sin pintar, sin preocuparme del pelo, ni de la camiseta, corriendo con el chandal del colegio y ese cuaderno pequeño en el que dibujaba todas las caricaturas que me permitían hacer mis amigos, mi familia, los extraños...Eso era él, sí, un extraño conocido que me miraba incitando, como queriendo contarme algo...Quizás pensó que yo no lo recordaba y se regodeó para sí mismo, contento de saberse a salvo a pesar del crimen, espía que nunca es descubierto y sigue espiando.La segunda vez que lo vi no tuve duda, se acercó demasiado, entró en la tienda donde yo estaba con mi hijo y no era para comprar. Se limitó a mirarme descarado y sonreir, esta vez no era mi niño que hacía carantoñas. Me miró de frente, con las manos en los bolsillos, viejo ya, sin hablar , como si no pudiera expresarse con palabras. Entonces recordé que era extranjero, un Lee-Charles de algún país nórdico, con la piel curtida y los ojos un poco achinados. Imaginé que en otro tiempo fué un guerrero mongol sangriento, que descuartizaba a las madres y destrozaba a los niños sin soltar ni una sola palabra, ni un sólo quejido, sin sudar, sin dudar.
Sí, en esta vida presente se dedicó a destrozar a los niños pero de otra manera, sin sangre física. Y así era cómo las niñas dejaban de ser princesas para convertirse en presas de cazadores de humanos.Mi Lee Marvin particular ya no puede conmigo, tal vez pudo siendo Charles Bronson en su día. Ahora lo único que me atormenta es pensar en lo trágica que pudo acabar aquella tarde de primavera cuando tenía 8 años, si en vez de salir corriendo me hubiera quedado a esperar como él me decía, allí sentada, mancillada, después de que mi actor de películas de acción hubiera hundido sus dedos en lo más profundo de mi cuerpo.